dagamutante

Friday, November 18, 2005

Luz y la luna

Luz era una niña de diez años, realmente bonita, pero no sabía que lo era, sumamente inteligente y no imaginaba que lo fuera.
Preparaba con esmero la noche anterior lo que se iba a poner la mañana siguiente, pero nadie le decía lo preciosa que se veía con todo su cuidado arreglo.
Al regresar de la Escuela, alcanzaba a tomar un cuaderno para ir corriendo a su maestra particular (destinada a mejorar su rendimiento escolar). Luego hacía cara de enojada la tarea ordenada por todas las autoridades que la supervisaban.
La maestra en clase, tan rígida y malhumorada, sus compañeros desprolijos y alborotados no le aportaban un mejor panorama que su propio cuaderno.
A veces no copiaba lo que se hacía en tiempo y forma; con la consabida notita en el cuaderno de comunicaciones y su vestido un poco más arrugado salía desanimada rumbo a lo que todos llaman “hogar o casa”.
Subía al micro, miraba por la ventanilla alejarse el panorama escolar que no era el paraíso justamente. La esperaba su madre, con la repetida pregunta ¿Cómo te fue? Que quería decir:¿Qué hiciste de malo hoy? A veces le costaba responder, otras le causaba gracia la cara de disgusto de su madre y agregaba algunos condimentos y comentarios para que explotara más rápido la bomba. Como el reguero de pólvora continuamente corría hacia el mismo lugar, ahí las manos maternales tomaban el teléfono de para decir la misma frase: ¿Sabes que hizo tu hija hoy?
Luz sabía que la risa le podía brotar así que le pedía a papá que no pusiera el altavoz y por supuesto demoraba hasta que la denunciante en cuestión se fuera del lugar. Ya sola, segura, comentaba con mayor precisión su fracaso escolar del día, mientras se miraba al espejo, por dentro pensaba: ¡qué fea está mi ropa!; entonces rápidamente después de cortar corría a cambiarse, pero igual no se veía linda.
El profesor de Educación Física exigía mucho, pero a ella no le disgustaba esa exigencia, por lo que era más feliz que sus compañeros. En verdad, que esperaran demasiado de ella no era algo raro para ella, siempre había sido así desde que nació.
Sabía que no era la princesa de los cuentos, ni la niña prodigio que sus padres suponían que sería antes de que naciera.
Intentaba no desentonar, no ser la más vistosa ni la más traviesa pero su nivel nunca era el esperado.
Aburrida, con el humor cambiante, iba de la casa de uno y otro de sus tantos primos, era la más tierna niña con cara de florista con flores marchitándose en el canasto.
Mañanas, tardes y noches, cuadernos, carpetas, lapiceras de colores, el celular sin tarjeta con muchos mensajes por contestar, una voz aguda que provenía de algún rincón del salón de clase que pronunciaba su nombre a fin de recuperar su atención sobre los asuntos de índole escolar. Ella siempre estaba lejos de aquel lugar, pero por obligación solía poner algo de sí para estar allí.
Un día tras otro hacía las cosas para que no la criticaran pero no era fácil en un mundo de personas tan perfeccionistas como implacables y poco pacientes con las expectativas hacia ella. Siempre sucede eso, cuando esperan demasiado de una niñita que simplemente puede pero está bloqueada por tanta demanda inconscientemente inducida.
Era inteligente y bonita pero no lo sabía, estaba demasiado atrapada en la imagen de un espejo injusto y cruel con que el mundo que la rodeaba la incorrectamente reflejaba.
Una noche tenía que hacer una tarea sobre la luna y llamó a su papá para que la ayude, no fue difícil soportar su renuncia a responder, siempre solía decir que ella podía sola; pero esta vez tenía razón: la tarea no era tan fácil en verdad.
Hicieron juntos el trabajo porque al final del día ella no la había completado, no muy conforme con el resultado; ella se fue a dormir pensando en la luna. Se quedó dormida con un sueño demasiado leve, así que una luz que entraba por su ventana fácilmente la despertó.
Con curiosidad se asomó para verla mejor, sentía una fuerza magnética que la subyugaba, mirándola pasó varias horas, hasta que de repente vio que la luna reflejaba su propio rostro. Allí se descubrió bella y dulce, se quedó sin dormir mirándola y viéndose a sí misma en la cara de la luna.
Cuando escuchó que venían a despertarla, simuló estar despertándose, se vistió sin tanto conflicto, se miró en el espejo y el reflejo que el espejo le dio fue mucho más agradable de lo que en su pasado observó. Sonrió, se tiró un besito o a la imagen que veía en el espejo, salió sonriente de la habitación.
Saludó con calidez a su mamá y se fue tranquila a la escuela. Casi al llegar se dio cuenta que ya no sentía el mismo temor recorriéndole los latidos del corazón y en su piel no había ese estremecimiento, se sintió feliz al entrar.
Todo el día transcurrió diferente, no se escucharon los gritos de la maestra dirigidos hacia ella, se sintió bien, como si estuviese en familia, se rió de muchas cosas que antes no le causaban gracia. Completó toda la tarea, entendió todas las consignas, al ver a su mamá pudo contarle con naturalidad como había sido su jornada escolar (no sentía temor de una reprimenda).
Fue así de relajada su vida desde aquella noche, se siguió viendo bonita, se descubrió buenas cualidades para estudiar, ya no se sentía perdida en el recreo, ni con sus primos, la muchedumbre ya no la atemorizaba, estaba tan tranquila que casi no recordaba como se sentía antes.
Puede que la luna no haya hecho la magia de cambiar su existencia, puede que solamente fue un destello de su propia conciencia la que le demostró que no era necesario ni era verdad todo lo que le había sofocado hasta ese momento.
A todos nos puede pasar lo mismo, que las exigencias y las expectativas de los demás sean demasiadas, tantas que nos hagan sentir inferior a lo que realmente somos y podemos dar. De pronto el mundo no cambió, pero ella sí y luego ya nada fue igual.
A mí me gustaría que la luna llegara hasta tu ventana esta noche y te resultara de igual manera, que te hiciera tanto bien como a ella, o reaccionaras de alguna manera a tanta presión que sin querer uno deja que lo someta.