dagamutante

Wednesday, December 21, 2005

El pirata y la canción desesperada

Él era un pirata cuyo bergantín un día tuvo un recorrido diferente. No tenía una misión de las acostumbradas, sino que fue tras la búsqueda de un curioso tesoro escondido.
En una vasija una princesa incaica se encontraba apresada, por un hechizo de unos cuantos años de antigüedad. La leyenda había llegado a sus oídos cansados, atravesando su corazón desgastado de amores fortuitos, anhelante de un amor inagotable. Su mente se obsesionó con ese relato fantástico y dejó todos sus quehaceres para ir tras esa vasija.
Invirtió la mitad de las riquezas obtenidas, dejó la otra mitad enterrada en una isla del Caribe y se embarcó hacia un puerto de América del Sur según las coordenadas de un mapa realmente exótico.
La leyenda contaba que dicha princesa fue apresada en dicha vasija a los ocho años de edad cuando el hijo de un cacique de un pueblo puso los ojos en ella a pesar de que las tribus en cuestión estaban enfrentadas. Se decía que el hombre que la liberara sería para siempre el dueño de su amor.
Aunque contaba con un buen mapa, necesito de un artilugio mágico para encontrar el lugar dónde se encontraba enterrada la vasija, tuvo una gran decepción al encontrarla rota y sin miras de una princesa dentro de ella; lo único que contenía era una nota que él no pudo entender.
Una gran desazón embargó su alma, guardó el papel entre sus ropas, decidido emprender el regreso, escuchó una melodía tan angustiosa, casi un clamor que salía de un bar de mala muerte. Se dijo aún tengo tiempo de tomar algo antes de irme y de oír de cerca esta triste canción.
El lugar era lúgubre, pidió una botella de ron y se dispuso a mirar a la bella joven de cabellos negros, que cantaba con tanto sentimiento, supo que se llamaba Jamis, esperó que bajara del escenario pero ella no lo hizo pronto y él ya estaba demasiado alcoholizado para cuando ella se acercó.
El pirata se enteró con sencillas palabras que el tema narraba la maldición de una princesa que estaba condenada a esperar ser libertada por el amor, dentro de una vasija esperó y nadie llegó.
Él pidió que la cantase una y otra vez, mientras lloraba y bebía, cuando se dormitó sobre la mesa, de repente ella tocó su hombro para decirle que ya había amanecido y debía irse. Pero él le dijo: -cántala una vez más antes que muera- Esas palabras hicieron brotar un recuerdo muy lejano y casi olvidado que Jamis guardaba en algún lugar de su mente, vio a su abuela y su madre decir: -Un día cantarás esta canción hasta que un hombre te diga cántala una vez más antes que muera, esa será la señal de que ese hombre es el que merece tu dulce corazón y te irás con él a dónde él te lleve-
Ella nunca había creído en esa profecía porque procedía de dos mujeres sin amores y sin consuelo, la había criado sin un hombre a la vista, como si nunca hubiera existido uno en la vida de ellas, además la canción era demasiado agónica como para que alguien pidiera que la cantase hasta ese punto.
Jamis, sin dudar respondió al pirata casi demolido: -No la cantaré una vez más esta noche sino morirás, pero si me llevas contigo te la cantaré todas las veces que quieras mientras haya vida- Besó esos labios ajados, con pasión y él sintió una hoguera encenderse en su cuerpo, en ese preciso lugar estaba guardado el papel que él encontró en su excavación y le dijo -¿puedes traducírmelo?-
-Nunca se sabrá cómo fue liberada la princesa pero todas las mujeres de su dinastía serán liberadas de igual manera: UNA MANERA FORTUITA- leyó sin dudar la mujer de bella y larga cabellera negra.
Él la tomó fuertemente de la mano, creyó que estaba frente a la mujer que más se merecía ser liberada en la tierra. No había una vasija, no había un ruego, sino una canción desesperada que lo llamó de entre sus cavilaciones y enredó su noble y escondido corazón, había una manera fortuita de hallarla, algo que se parecía a aquella nota enterrada para que él la encontrase. Ya no le importaba si ella era o no la princesa en cuestión; en sus entrañas estaba seguro que había encontrado lo que había ido a buscar tan lejos de casa.
La llevó con él y toda su tripulación calló mientras iban de regreso porque una sola cosa daba sonido a aquel viaje, la voz tierna y suave de Jamis interpretando aquella canción desesperada. No hubo un solo marinero que no se sintiese influenciado por aquella leyenda y en su ensimismamiento hacían gala de una nueva idea sobre el amor, un deseo profundo de encontrarse una mujer a quién liberar de un castigo eterno o de una maldición injusta.
Por lo que el pirata y sus compañeros fueron llamados “los libertarios” en lugar del común vocablo: “corsarios”